La traición supone una acción que rompe un pacto de lealtad implícita o explícita entre dos personas que tenían un vínculo afectivo.
Por eso duele.
Porque nunca el que la comete es un extraño.
Por eso lastima.
Porque aquél que lo ejecuta conocía dónde tenia que tocar para que algo se rompa.
Y lo supo.
Y por lo bajo.
Y de espaldas.
Y en su sano juicio
Tomó una decisión que manchó toda la relación.
Es que uno se queda con una historia que no logra descifrar si tuvo alguna parte cierta.
Honesta
Sincera
Limpia.
La traición desparrama y cuestiona cualquier actitud anterior al suceso que partió la historia de forma evidente.
Pero la evidencia no descarta ningún pasado posible.
Quién diciendo querernos, traiciona : defrauda.
Hace un fraude.
Una estafa del color que sea.
Traicionar, quiebra el tronco del árbol que sostiene nuestra copa llena con cerezos hermosos.
Y ahí, justo en el mismo momento que rompe la base que sostiene, provoca la demolición de los frutos que había dado.
Lo destruye todo.
Y uno se queda sin árbol.
Todo se vuelve dudoso.
La desaparición de lo obtenido confunde.
Entonces uno se pregunta cuál fue la verdadera historia.
Se queda sin narrativa.
Lo que pensó que tenía ya no lo tiene.
Lo que vio que tenia ya no existe.
Lo que escuchó que tenía está en silencio.
Tiene un agujero que no sabe con que llenar.
Es el intento de constatar la veracidad del relato con un mentiroso.
Es el final inesperado de la palabra confianza.
Es un duelo espantoso.
Cruel.
Porque supone enterrar un algo, a un alguien, y a un cuento sin tener la certeza que alguna vez existió.
Es el entierro de una duda viva.
Lorena Pronsky
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