Alexandre Dumas era hijo ilegitimo de Thomas-Alexandre Dumas, un héroe de la Revolución Francesa y primer General Negro (El Conde Negro) de Francia (y de cualquier otro ejército occidental).
Tuvo escasa educación de niño, pero se convirtió en autodidacta. Fue excelente cazador y con el fruto de la caza pudo pagar su primer viaje a Paris a los 20 años (1822), en donde quedó deslumbrado por la ciudad. Volvió al año siguiente, y consiguió empleo como escribiente, por su buena caligrafía, del Duque de Orleans (quien luego sería el rey Luis Felipe). En esa época se sumerge en la literatura y comienza a escribir sus primeros vodeviles, el género de moda, y su estilo romántico lo llevó rápidamente a la fama.
Dumas cultivó desde joven casi todos los géneros literarios: escribió poemas y artículos, relatos largos y vodeviles, dramas, tragedias, melodramas, diarios de viajes y hasta recetas de cocina. Sin embargo, fueron las novelas históricas las que le otorgaron el éxito. Tan prolífico fue que hasta necesitó ayudantes para satisfacer la demanda de un público que devoraba sus obras; hasta 80 novelas firmó con su nombre en apenas una década.
El gran éxito le llegó con sus novelas El conde de Montecristo y Los tres mosqueteros, inicialmente publicadas por entregas en los periódicos.
En el año 1844 se publica Los tres mosqueteros. Inicialmente fue por folletines en el periódico Le Siècle, entre marzo y julio. Ese mismo la editorial Baudry decide compilar toda la historia en un libro. El protagonista es un joven gascón de 18 años, conocido como d’Artagnan, que se va a París para hacerse mosquetero. Los verdaderos mosqueteros son Athos, Porthos y Aramis, amigos inseparables que viven bajo el lema “todos para uno y uno para todos”, frase que pasará a la historia.
La historia de D’Artagnan continúa en Veinte años después y El vizconde de Bragelonne formando una trilogía a la que se la conoce como Las novelas de D’Artagnan. Fue adaptada al cine y al teatro una innumerable cantidad de veces.
Ese mismo año terminó de escribir su segunda gran novela: El conde de Montecristo. Para la mayoría de los lectores y críticos, este es el mejor trabajo de Dumas, y a menudo se incluye en las listas de las mejores novelas de todos los tiempos. Se publicó en una serie de 18 entregas, como folletín, durante 1845 y 1846.
La historia tiene lugar durante los hechos históricos de 1814-1838: los Cien Días del gobierno de Napoleón I, el reinado de Luis XVIII, el de Carlos X y el de Luis Felipe I. Es una novela madura donde trata temas como la justicia, la venganza, la piedad y el perdón, aunque sigue en el estilo de aventuras. La idea principal proviene de una historia real, la de Jacques Peuchet. Se cree que el protagonista de la obra está inspirado en el padre de Dumas.
Su vida fue como sus novelas, dilapidó su fortuna (vivió siempre endeudado) entre fiestas y amantes, hijos ilegítimos y legítimos; y en proyectos excéntricos como el castillo que mandó contruir de Le Port-Marly (hoy museo).
Uno de sus hijos reconocidos, con el mismo nombre que él, también se destacó en la literatura (La dama de las Camelias entre sus obras más conocidas) y, fue quien se ocupó de él en los años finales de su vida arruinada y enferma.
Murió el 5 de diciembre de 1870, a los 68 años de edad, en la casa de su hijo en la localidad de Puys. Fue enterrado en el cementerio de su localidad natal, Villers-Cotterêts, pero en 2002 su cuerpo fue trasladado al Panteón de París, donde Dumas descansa junto a otros grandes de la literatura francesa como su rival Victor Hugo, Émile Zola y Jean-Jacques Rousseau.
150 años después, sus novelas siguen generando adeptos, películas, obras de teatro y reimpresiones.
- ¡Aquel tiempo feliz en que éramos tan desgraciados!
- ¿Cómo es posible que los niños pequeños sean tan inteligentes y los hombres tan estúpidos? Debe ser fruto de la educación
- La felicidad es como esos palacios en los cuentos de hadas cuyas puertas están custodiadas por dragones: debemos luchar para conquistarla.
- Creemos sobre todo porque es más fácil creer que dudar y además porque la fe es la hermana de la esperanza y de la caridad.
- Cuando comparas las penas de la vida real con los placeres de la imaginaria, nunca querrás volver a vivir, solo soñar para siempre.
- El bien es lento porque va cuesta arriba. El mal es rápido porque va cuesta abajo.
- El infortunio es necesario también para descubrir ciertas minas misteriosas ocultas en la inteligencia humana.
- El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir.
- En amor quien duda acusa.
- El trabajo de uno puede estar terminado algún día, pero la educación de uno, nunca.
- Vivan, pues, y sean felices, amados hijos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne a revelar el futuro al hombre, toda la sabiduría humana está contenida en estas dos palabras: ‘Espera y Esperanza’.
- Hay mujeres que quieren tanto a sus maridos que para no usarlos toman el de sus amigas.
- La diferencia entre traición y patriotismo es solo una cuestión de fechas.
- La mujer es como una buena taza de café: la primera vez que se toma no deja dormir.
- La mujer es sagrada; la mujer que uno ama es santa .
- La vida es fascinante: sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas.
- La vida es una tormenta, mi joven amigo. Disfrutarás de la luz del sol en un momento, y al siguiente te romperás en las rocas. Lo que te hace hombre es lo que haces cuando llega esa tormenta
- La vida es tan incierta que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta.
- Las heridas morales tienen esta peculiaridad: pueden estar ocultas, pero nunca se cierran; siempre dolorosas, siempre dispuestas a sangrar al tocarlas, permanecen frescas y abiertas en el corazón.
- Las madres perdonan siempre: han venido al mundo para eso.
- Los amigos que perdemos no reposan en la tierra están sepultados en nuestro corazón.
- Nunca temas las peleas, busca aventuras peligrosas
- Las mujeres nunca son tan fuertes como después de su derrota.
- No estoy orgulloso, pero soy feliz; y la felicidad ciega, creo, más que el orgullo.
- No hay felicidad ni miseria en el mundo; sólo existe la comparación de un estado con otro, nada más. Aquel que ha sentido el dolor más profundo es el que mejor puede experimentar la felicidad suprema. Debemos haber sentido lo que es morir, Morrel, para poder apreciar los placeres de la vida. buena y hermosa es la vida.
- Para todos los males hay dos remedios: el tiempo y el silencio.
- Como regla general … la gente pide consejo solo para no seguirlo; o si lo siguen, para tener a alguien a quien culpar por darlo.
- Todos para uno y uno para todos, unidos estamos de pie, divididos caemos.
- Todas las generalizaciones son peligrosas, incluso esta.
- Hay dos formas de ver: con el cuerpo y con el alma. La vista del cuerpo a veces puede olvidar, pero el alma recuerda para siempre.
- Siempre he tenido más pavor a una lapicera, una botella de tinta y una hoja de papel que a una espada o una pistola.
- A veces uno ha sufrido lo suficiente como para tener derecho a no decir nunca: soy demasiado feliz.
- Siempre tenemos prisa por ser felices, porque cuando hemos sufrido mucho tiempo, tenemos gran dificultad en creer en la buena fortuna.
- Ah, labios que dicen una cosa, mientras el corazón piensa otra.
- El amor verdadero siempre hace mejor a un hombre, sin importar qué mujer lo inspire.
- Es usted muy amable, sin duda, pero sería encantador si se marchara.
- Aprender no es saber; están los que aprenden y los sabios. La memoria hace a uno, la filosofía a los otros.
- El amor es la más egoísta de todas las pasiones.
- El odio es ciego; la rabia te pierde; y el que derrama venganza corre el riesgo de saborear un trago amargo
- El mérito de todas las cosas radica en su dificultad.
- … recuerda que lo que se hizo una vez se puede volver a hacer.
- No me aferro a la vida lo suficiente como para temer a la muerte.
- Soy fuerte contra todo, excepto contra la muerte de los que amo. El que muere gana; el que ve morir a otros, pierde.
- Si Dios fuera condenado repentinamente a vivir la vida que ha infligido a los hombres, se mataría a sí mismo.
- Una mente debilitada siempre ve todo a través de un velo negro. El alma crea sus propios horizontes; tu alma está oscura, por eso ves un cielo tan nublado.
- Los malvados son preferibles a los imbéciles porque los malvados a veces se toman un descanso.
- Una persona que duda de sí misma es como un hombre que se alista en las filas de sus enemigos y empuña las armas contra sí mismo.
- Sé amable, apunta a mi corazón.
- La prisa es una pobre consejera
- Tan rápido es el vuelo de los sueños sobre las alas de la imaginación.
- Pero Valentine, ¿por qué desesperarse, por qué siempre pintar el futuro con tonos tan sombríos? ”, Preguntó Maximilien. – Porque, amigo mío, lo juzgo por el pasado.
- En los negocios, señor, uno no tiene amigos, solo contrapartes.
- El orden es la clave de todos los problemas.
- Nunca debemos esperar discreción en el primer amor: va acompañada de una alegría tan excesiva que, a menos que la alegría se desborde, te ahogará.
- El amor puro y la sospecha no pueden vivir juntos: en la puerta por donde entra el segundo, sale el primero.
- No es el árbol que abandona la flor, sino la flor que abandona el árbol
- Dios es misericordioso con todos, como lo ha sido con ustedes; primero es padre, luego juez.
- Con frecuencia pasamos tan cerca de la felicidad sin ver, sin mirarla, o si la vemos y miramos, pero sin reconocerla.
- El tiempo, querido amigo, el tiempo brinda oportunidades; la oportunidad es la martingala del hombre. Cuanto más nos hemos aventurado, más ganamos, cuando sabemos esperar.
- Vine a París con cuatro écus en el bolsillo y me habría peleado con cualquiera que me dijera que no estaba en condiciones de comprar el Louvre.