Este es mi hijo, Ibrahim. ¡Qué caprichosa es la genética!…diréis.
La vida me regaló dos hijas biológicas maravillosas, y Dios me envió a mi hijo para completar mi #felicidad.
La de Ibra es una de esas historias que te agarran por dentro y ya no te sueltan. Nació en Costa de Marfil, un lugar donde perder es muy fácil. Con quince años salió de allí para buscar cielos más altos. Fue una travesía dolorosa de varios meses desde su aldea a Malí, Argelia y Marruecos. La valla de Melilla se interpuso… Como él dice, es mejor jugarse la vida a que te la roben a golpes. Optó por intentarlo en patera.
Este tramo final, hasta las costas de Motril, supuso once agónicas horas en el mar, durante la madrugada del 17-18 de noviembre de 2017. El motor se estropeó en mitad de ningún sitio, había sobrepeso, les hicieron tirar sus mochilas, pero no era suficiente. El «capitán» se plantea arrojar más lastre, qué doloroso es que una vida humana se convierta en exceso de equipaje. De los 37 que están a bordo, solo 7 saben nadar y él no es uno de ellos. Pasó tanto miedo que ni sentía el frío.
Un helicóptero de salvamento marítimo los avistó providencialmente, una hora después ya estaban en un barco rumbo a Motril. Estaba vivo, y la vida siempre es una oportunidad. Hacía dos años casi que había salido de su aldea.
Aquí no todo ha sido fácil, hay personas con la mente muy cerrada…(ojalá hicieran lo mismo con su boca). Ibra solo tenía un pensamiento que repetía como un mantra: que nadie de mi familia tenga que pasar por esto.
Llegó a mi vida en 2018 gracias a la suerte de coincidir y la magia de conectar. Fui a su instituto a dar una #conferencia, me pareció un chico especial que sonreía con el corazón. Le regalé uno de mis libros, porque quería que tuviera algo mío. ¡Cómo iba yo a imaginar entonces que se convertiría en mi hijo!
Todos tenemos en nuestra vida momentos clave que hacen que tomemos una decisión y asumamos el compromiso. Ibra llevaba ocho años sin ver a su familia y yo me ofrecí a ser su padrino. Pero él quería que yo fuera su padre.
Los que tenemos la suerte de estar en una posición privilegiada, tenemos el deber de ayudar a los demás a hacer que su vida sea un poco mejor. Si hay algo que podamos hacer, ¡hagámoslo! El compromiso es acción.
Me ha enseñado una gran lección: se puede -y se debe- ser más grande que tus circunstancias, todos somos al mismo tiempo víctimas y responsables de nuestra propia vida.
Hoy es un chico de 23 años independiente que trabaja, estudia, ha comprado una casa a los suyos, los mantiene…Cada vez que le veo sonreír, no sé quién de los dos es más feliz. Esa es mi filosofía de vida: FELICIDARRRRR
Qué bonito es tenerte cerca, hijo.
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